Enero 21, 2025

Cainco: De interpelador a interpelado, ¿Qué pasó con las divisas de Bolivia? ¿Están ya en la carrera electoral? ¿Qué intereses mueve este gremio empresarial?

Por: Martin Moreira

Forma parte de la Red de Economía política Boliviana

La economía boliviana enfrenta un momento crucial, marcado por una serie de críticas que cuestionan la sostenibilidad del Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP). A pesar de los cuestionamientos, especialmente de sectores empresariales que hoy transitan por la senda política, la realidad es que este modelo ha sido clave en la redistribución de recursos, la lucha contra la pobreza y la desigualdad social. La deuda pública se la maneja como la excusa perfecta para legitimar un discurso político que beneficia a un sector empresarial ansioso por evitar el control estatal y continuar generando fuga de divisas para triplicar sus ganancias. Utilizan la deuda como el único parámetro para juzgar la efectividad de un modelo económico que ha priorizado el cambio en la matriz productiva, la reinversión en materias primas estratégicas, el bienestar colectivo y la estabilidad del país, todo ello en contraposición a los intereses de pequeños sectores económicos que se benefician de prácticas cuestionables. En este contexto, es fundamental reflexionar sobre si el verdadero desafío radica en la deuda o en la falta de transparencia y responsabilidad en otros sectores, que han desviado recursos que podrían haber fortalecido aún más las finanzas del país.

El Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP) ha sido una herramienta clave para la redistribución de los recursos económicos en Bolivia, con el objetivo de reducir la pobreza y la desigualdad social. Este modelo no se limita únicamente a la entrega de bonos a poblaciones vulnerables, sino que incluye una inversión pública significativa que busca el bienestar colectivo. Sin embargo, algunos sectores empresariales, que ahora han iniciado su carrera política, han planteado cuestionamientos sobre la sostenibilidad de este enfoque económico.

Una de las críticas recurrentes gira en torno a la deuda pública y externa del país. Según datos actualizados al 25 de noviembre de 2024, la deuda externa de Bolivia asciende a 13.333 millones de dólares, equivalente al 27% del Producto Interno Bruto (PIB). Por su parte, la deuda pública representa el 19,2% del PIB, lo que eleva el total al 45% del PIB, el 90% de la deuda pública se invertido en infraestructura inversión pública. En comparación con otros países de la región, este nivel de endeudamiento se encuentra dentro de parámetros manejables, gracias a políticas económicas que han priorizado la estabilidad y la protección de la ciudadanía frente a crisis externas e internas.

Para entender mejor esta situación, un Estado tiene dos opciones principales: la primera es el endeudamiento con organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), que terminan saqueando los recursos nacionales y beneficiando únicamente a pequeños sectores, como el de Cainco.

La segunda opción es la deuda pública, que implica un menor costo social, es sostenible debido a los bajos intereses y permite una evolución saludable de las finanzas públicas. En este sentido, el Estado prioriza a las clases vulnerables y al pueblo en general, optando por medidas más viables en lugar del desastre planteado por socios políticos de Cainco, como Branko Marinkovic, Tuto Quiroga o ciertos tiktoker que han sido responsables de la quiebra de bancos, venta de empresas públicas entre gallos y media noche y de operaciones cuestionables, como la compra de cementeras.

Es importante recordar que Bolivia atravesó momentos de inestabilidad política y social que impactaron la economía nacional. Los bloqueos prolongados, por ejemplo, generaron incertidumbre y contribuyeron a una inflación del 9,97%. Además, fenómenos como el contrabando inverso, el agio, la especulación y el acaparamiento de productos alimenticios exacerbaron el aumento de precios. Curiosamente, este incremento afectó principalmente a los productos provenientes de los agronegocios, un sector que, paradójicamente, ha registrado un notable crecimiento bajo el MESCP, al igual que la banca y la minería.

El sector de los agronegocios, que en 2002 no existía formalmente bajo esta denominación y era apenas incipiente, con escasa contribución a la economía, registró exportaciones de solo 300 millones de dólares. Sin embargo, ha experimentado un crecimiento exponencial bajo el Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP).

A pesar de las críticas de la Cainco al modelo actual, este sector adoptó el nombre de «agronegocios» gracias a su crecimiento desmedido, alcanzando en 2023 exportaciones por un valor de 3.414 millones de dólares, una cifra que el IBCE calificó como un récord histórico.

Sin embargo, a pesar de este notable crecimiento, los dólares generados por dichas exportaciones no ingresaron al Sistema Financiero Boliviano. Esto se debe a que algunas entidades financieras y exportadores los desviaron hacia el exterior o los revendieron a importadores antes de que ingresaran formalmente al país. Es importante recordar a los críticos del modelo que, gracias a las políticas estatales, este sector ha crecido un 1000%.

Además, se pasa por alto que desde 2021 «los agronegocios» no pagan aranceles por la importación de bienes de capital, un beneficio directo que, sumado al subsidio en carburantes, reduce significativamente sus costos operativos. Este ahorro, que en teoría debería reinvertirse en Bolivia, en muchos casos solo ha servido para facilitar la fuga de capitales al extranjero. A ello se suma la facilidad de acceso al crédito y el apoyo estatal, como el 0% de aranceles para la importación de agroinsumos, lo que evidencia el nivel de respaldo brindado por el gobierno.

No obstante, este gremio empresarial, representado por Cainco, parece ignorar su problema estructural: los déficits recurrentes en exportaciones. Por ejemplo, entre 2015 y 2019, este déficit ascendió a 9.000 millones de dólares, monto que fue cubierto por el gobierno. Esta situación demuestra que nunca ingresaron al Sistema Financiero Boliviano el 100% de las divisas generadas, sino que muchas de ellas fueron desviadas.

Además, el CEDEIM, una ley diseñada a la medida del sector, permite ingresar únicamente el 70% de los dólares comerciales al Sistema Financiero. Lamentablemente, para los bolivianos, solo una empresa cumplió con el país, depositando 75 millones de dólares.

La pregunta clave es: ¿qué ocurrió con los dólares generados por las exportaciones de 2021, 2022 y 2023? La respuesta es clara: sectores como los exportadores son en gran medida responsables de la escasez de dólares comerciales en el país.

¿Por qué Cainco no ofrece una respuesta clara a esta cuestión? Esa es una interrogante que sigue pendiente y que deberían responder.

Esos son algunos ejemplos, pero también podríamos mencionar el negocio de las inmobiliarias, como el caso de Urubó, la depredación del medio ambiente y el mal uso del agua, un recurso que pertenece a los cruceños y representa su futuro. Asimismo, está el tráfico de tierras por parte de extranjeros, entre otros problemas, etc, etc, etc.

Esta realidad explica, en gran medida, por qué algunos sectores se opusieron a la Ley N° 1386, que establece la Estrategia Nacional de Lucha contra la Legitimación de Ganancias Ilícitas y el Financiamiento del Terrorismo. Del mismo modo, se oponen actualmente a la incorporación en el PGE 2025 de un artículo que permita al Estado controlar la cadena productiva para garantizar la preservación de los alimentos destinados a los bolivianos.

Es evidente que el Estado tiene la obligación de supervisar la cadena productiva, ya que los recursos destinados a subsidios y aranceles del 0% provienen directamente de los bolsillos del pueblo. Por lo tanto, el gobierno debe velar por los intereses de los bolivianos. Además, este control podría sacar a la luz prácticas poco transparentes en el manejo de ingresos y divisas, como ya ocurrió con la oposición a la Ley N° 1386 por parte de ciertos sectores.

Mientras las críticas apuntan al endeudamiento, es crucial analizar cómo el modelo ha logrado mantener la estabilidad económica en un contexto de adversidades, gracias a las empresas públicas y a la Ley 1503, conocida como la «Ley del Oro». Esta ley ha permitido obtener recursos para pagar puntualmente el servicio de la deuda, que asciende a 1.500 millones de dólares, así como para subvencionar los carburantes y alimentos, con un monto superior a los 2.500 millones de dólares, además de haber provisto al sistema financiero con más de 700 millones de dólares hasta diciembre de 2024. A través de bonos, se ha beneficiado a más de cuatro millones de bolivianos, y se ha invertido en salud gratuita, que beneficia a más de 7.5 millones de bolivianos, en educación e infraestructura necesaria para el crecimiento. Todo ello ha sido financiado con las divisas generadas por la gestión del Estado a través de las empresas públicas, la Ley del Oro y las políticas monetarias. Esto ha permitido una redistribución de recursos, y la inversión pública no solo busca preservar la economía, sino también fortalecer la soberanía y el bienestar de los ciudadanos frente a los desafíos políticos y económicos.

En este sentido, el debate debería centrarse en cómo mejorar y fortalecer el modelo económico, en lugar de descalificarlo desde intereses sectoriales. Los datos demuestran que el MESCP sigue siendo una herramienta válida para enfrentar los retos del desarrollo y la justicia social en Bolivia.

Los 15 años de la plurinacionalidad se festejarán con danzas y cultura

Mañana, en el Día del Estado Plurinacional, habrá también un acto formal en la Casa Grande del Pueblo.

La viceministra de Comunicación, Gabriela Alcón, anunció que para la celebración de los 15 años del Estado Plurinacional de mañana, miércoles, se desarrollarán una serie de homenajes en la sede de gobierno de orden cultural y folklórico.

La titular de Comunicación dijo que se festejará con danza y cultura.

Explicó que en la Casa Grande del Pueblo, sede de la presidencia del Estado, se desarrollará un “acto formal” con la participación de representantes de varias organizaciones sociales del país y que posteriormente se presentará un “desfile cultural”.

“Para que todos los bolivianos podamos reconocernos en todo el territorio nacional con las mismas oportunidades y los mismos reconocimientos”, declaró a los periodistas.

En ese contexto, de acuerdo con la viceministra, el país debe seguir avanzando y que, a pesar de los desafíos que vienen por delante, el Estado Plurinacional no puede retroceder.

Pacto social

El Gobierno nacional resaltó que 2025 es un año especial para Bolivia porque cumple su Bicentenario e instó a recibir esta fecha en unidad y evitando medidas extremas, como los bloqueos que atentan contra el bolsillo de los bolivianos.

“El año 2025 se festeja el Bicentenario de Bolivia y es donde todos los bolivianos tenemos que estar unidos para recibir este Bicentenario, trabajar juntos, evitar medidas de presión extremas que vayan en contra de los bolsillos de las familias bolivianas”, exhortó el ministro de Planificación del Desarrollo, Sergio Cusicanqui, el domingo en contacto con el canal estatal.

Mencionó que los bloqueos, por ejemplo, son una medida extrema que, más allá de tratar de afectar al Gobierno nacional, tienen como principal efecto “lastimar” los bolsillos de las familias bolivianas, especialmente de las más vulnerables.

“Este año, más que ser electoral es especial, porque se festeja el Bicentenario de Bolivia. En ese sentido, es importante trabajar en unidad para mantener y fortalecer la estabilidad económica, para consolidar el proceso de industrialización”, instó.

Cusicanqui aseguró que de esa forma se debe celebrar el año 2025, pero proyectar la Bolivia del tercer centenario, que será una Bolivia industrializada, que genere empleo, que exporte con valor agregado y que se vuelva referente también a nivel internacional para recibir cada vez más turistas.

Llamó a la población boliviana a enmarcarse o encaminarse a ese “gran pacto” al que convocó el presidente Luis Arce el sábado durante la presentación de la agenda 200 Días hacia el Bicentenario, en la plaza Murillo.

La agenda fue elaborada con miras a la celebración del 6 de agosto de 2025, en Sucre.

Y su presentación se hizo a 200 días de esta fecha histórica en un acto central que se caracterizó por la historia de resistencia colonial y republicana, con música y bailes en la histórica plaza Murillo. // Fuente: AHORA EL PUEBLO

BOLIVIA REGISTRA LOS PRECIOS MÁS BAJOS EN ALIMENTOS DE LA REGIÓN PESE A LA ESPECULACIÓN

A pesar del impacto de la especulación en los mercados, Bolivia mantiene una de las canastas básicas más accesibles de Sudamérica, con un costo promedio de $20,27, el más bajo en la región según un análisis comparativo actualizado al 27 de diciembre de 2024.

El precio promedio de la canasta en Paraguay, el segundo país con menor costo, asciende a $23,71, mientras que en Brasil alcanza $25,46. Países como Perú y Argentina presentan precios más altos, con $33,45 y $31,70 respectivamente. Chile encabeza la lista con una canasta básica valorada en $44,82, un 55% más cara que la de Bolivia.

Entre los productos evaluados, Bolivia destaca por tener los precios más bajos en artículos esenciales como el arroz ($1,16 por kilo), el aceite ($1,59 por 0,9 litros) y la leche ($0,63 por litro). Estos costos contrastan significativamente con países como Chile, donde el aceite cuesta $3,18 y la leche $1,59 por litro.

El Gobierno boliviano atribuye estos resultados a las políticas de control de precios y las estrategias de abastecimiento implementadas para garantizar la seguridad alimentaria. Además, destaca que los productos como el pollo ($1,93 por kilo) y el azúcar ($0,83 por kilo) también registran precios competitivos frente a los demás países de la región.

Este análisis reafirma el compromiso del Estado Plurinacional de Bolivia por mantener el acceso de la población a alimentos esenciales, protegiéndolos de las presiones inflacionarias que afectan a la región. los precios fueron convertidos en dólares para fines comparativos  

Rpos-Bolivia

MÁS DE 50 DENUNCIAS POR INCREMENTO EN PENSIONES ESCOLARES PRIVADAS LLEGAN A DEFENSA DEL CONSUMIDOR

El Viceministerio de Defensa de los Derechos del Usuario y del Consumidor informó que recibió más de 50 denuncias entre jueves y viernes por incrementos en las pensiones escolares de colegios privados en Santa Cruz, Cochabamba, La Paz y Tarija. Según Jorge Silva, las quejas fueron presentadas a través de la línea gratuita y WhatsApp, destacando casos de cobros adicionales bajo la figura de pagos voluntarios exigidos a los padres de familia.

Afiliados a la Asociación Nacional de Padres de Familia de Colegios Particulares denunciaron también que algunas unidades educativas están imponiendo compras de uniformes y listas de útiles en establecimientos específicos, incluyendo marcas predefinidas de materiales escolares como bolígrafos. Estas prácticas vulneran derechos y generan preocupación entre las familias afectadas.

Ante este escenario, Silva anunció controles conjuntos con el Viceministerio de Educación Regular a partir del lunes, recordando que la Resolución Ministerial 001/2025 prohíbe cualquier incremento en las pensiones de colegios privados y cualquier cobro adicional como matrícula, materiales o gastos administrativos.

Asimismo, reiteró que, de acuerdo con el artículo 70, el uso de uniformes en unidades educativas no es obligatorio. "Estas disposiciones deben cumplirse estrictamente por todas las unidades educativas fiscales, privadas y de convenio en el país", enfatizó Silva, resaltando la importancia de proteger el derecho a la educación y la economía familiar.

La industrialización como motor de cambio en el horizonte de 2025

Por Martin Moreira

Forma parte de la Red de Economía Política Boliviana

El 2025 se presenta como un punto de inflexión para Bolivia, donde los desafíos heredados del 2024 se entrelazan con las oportunidades de un modelo económico enfocado en la industrialización y la diversificación productiva. Este año será crucial para medir si las inversiones en sectores estratégicos, como el energético y el agroindustrial, logran compensar las fisuras de un sistema históricamente dependiente de los recursos naturales. Con proyectos como la siderúrgica del Mutún y las plantas de biodiésel en marcha, el país avanza hacia una economía más sostenible y competitiva, pero el éxito dependerá de una ejecución transparente, una política fiscal responsable y una visión inclusiva que priorice el bienestar ciudadano. En este marco, la promesa de un crecimiento del 3,51% del PIB y una inflación controlada no solo se perfila como un objetivo técnico, sino como una esperanza colectiva para una Bolivia más resiliente y preparada para enfrentar los desafíos globales.

Factores internos y externos que impactaron en 2024

La gestión 2024 dejó en evidencia una serie de problemas estructurales que Bolivia necesita afrontar con urgencia. La caída del 12,1% del PIB en el sector de hidrocarburos durante el segundo trimestre no solo es un dato frío, sino un claro síntoma de la fragilidad de un modelo económico dependiente de recursos naturales que, en tiempos de crisis, muestra sus grietas más profundas.

La inflación acumulada del 8,82% en noviembre, la más alta en 16 años, no puede ser tratada como una cifra aislada. Este fenómeno tiene responsables y factores determinantes que deben ser analizados sin tapujos. Los bloqueos prolongados, por ejemplo, no solo frenaron la actividad económica; también pusieron de manifiesto cómo los intereses políticos a corto plazo pueden destruir el tejido productivo de un país. Que estos bloqueos hayan generado pérdidas superiores a $us3.000 millones es inaceptable, pero más grave aún es que el 1,45% de la inflación en octubre se atribuya directamente a estas medidas. Esto no es solo una estadística; es un costo social que recae sobre los ciudadanos más vulnerables.

La crisis climática también ha jugado su rol en esta tormenta perfecta. Que Bolivia haya enfrentado cuatro años consecutivos de fenómenos como El Niño y La Niña, junto con una sequía histórica en 2024, solo subraya la necesidad de una política agrícola más resiliente. La campaña agrícola de este año fue una de las peores en décadas, pero no debería ser solo motivo de lamentación, sino de acción. No podemos seguir dependiendo de la esperanza de una mejora climática en 2025.

En el plano internacional, las dificultades no fueron menores. El aumento de las tarifas de transporte marítimo, que llegaron a un alza del 136%, y el encarecimiento de las tasas de interés internacionales, que se dispararon del 0,5% al 5%, representan retos que exigen diplomacia económica y negociaciones más agresivas por parte del gobierno. No podemos ignorar que el mundo post-pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania siguen afectando nuestra economía. Sin embargo, depender exclusivamente de factores externos para justificar nuestras crisis internas es una narrativa que debe cambiar.

Por otro lado, las señales de esperanza deben ser aprovechadas con pragmatismo. El ajuste a la baja en las tasas de interés globales podría aliviar el servicio de la deuda externa, pero esto no será suficiente si no se busca reactivar la economía interna con créditos estratégicos que hoy están bloqueados por la Asamblea Legislativa Plurinacional. Como bien señaló el ministro Montenegro, “¿Qué economía puede soportar semejantes golpes consecutivos?” Es una pregunta que debería resonar no solo en las paredes del Legislativo, sino en la conciencia colectiva del país.

En el comercio exterior, el comportamiento mixto de los superávits y déficits refleja la volatilidad de un sector que necesita más previsión y menos improvisación. Si bien los superávits registrados entre abril y septiembre son alentadores, no deben distraernos del saldo negativo de julio ni de las transferencias netas de deuda externa, que alcanzaron un preocupante $us-854 millones en octubre.

En conclusión, 2024 ha sido un año de lecciones difíciles para Bolivia. La gestión económica, asediada por la crisis política, generó un malestar económico que se tradujo en inflación. Con la decisión valiente y cambio estructural, el país sigue ofreciendo respuestas desde su Modelo Económico, especialmente a los sectores más desprotegidos. Ahora, más que nunca, es el momento de apostar por una economía más diversificada, resiliente y centrada en el bienestar de sus ciudadanos.

Perspectivas para 2025: crecimiento económico y sostenibilidad

En el horizonte de 2025, el gobierno boliviano ha delineado un ambicioso plan para reactivar y fortalecer la economía del país, basado en proyecciones que contemplan un crecimiento del PIB del 3,51% y una inflación del 7,5%. Aunque estas cifras son alentadoras, el contexto económico presenta un panorama desafiante, con un déficit fiscal proyectado del 9,2% del PIB. Para enfrentar esta realidad, el gobierno planea una inversión pública de $us4.024 millones, enfocada principalmente en la industrialización, la sustitución de importaciones y la exploración de nuevos recursos naturales.

Uno de los pilares centrales de esta estrategia es la industrialización del país. Proyectos como la Planta de Diésel Renovable (HVO), la industria de química básica, la farmacéutica y la planta de envases de vidrio, entre otros, buscan no solo diversificar la economía, sino también generar empleos y reducir la dependencia de las importaciones. La entrada en funcionamiento de la Planta Siderúrgica de El Mutún, con una capacidad de producción de 200.000 toneladas métricas de acero al año, es uno de los proyectos más destacados, con el potencial de sustituir importaciones por $us200 millones anuales.

El desarrollo del sector hidrocarburífero también ocupa un lugar prioritario. La exploración de nuevos campos, como Mayaya X1, refleja un intento por revertir la inercia de años anteriores. Además, la inauguración de plantas de biodiésel FAME 1 y FAME 2 promete un ahorro significativo en la importación de diésel, con beneficios adicionales como la reducción de la subvención a los combustibles y el mejor aprovechamiento de los recursos locales.

En el ámbito agroindustrial, la diversificación es clave. Desde plantas procesadoras de frutos amazónicos hasta instalaciones dedicadas a la transformación de cereales y carnes, el gobierno pretende fortalecer el sector primario y agregar valor a la producción nacional. Este esfuerzo no solo busca cubrir la demanda interna, sino también posicionar a Bolivia como un exportador competitivo en el mercado regional y global.

La apuesta por minerales tecnológicos, como el niobio, representa otro frente innovador. Este mineral, esencial para aplicaciones de alta tecnología, podría abrir nuevas oportunidades en el mercado global, diversificando las fuentes de ingreso del país y potenciando el desarrollo del sector minero.

Por otra parte, la incorporación de Bolivia al Mercosur emerge como una oportunidad clave para dinamizar la economía. Este bloque regional, con un PIB combinado de $us3,4 billones, podría facilitar el acceso a nuevos mercados y promover proyectos conjuntos en sectores estratégicos como la energía y el transporte. Además, se vislumbran beneficios directos para los ciudadanos, como la libre circulación y mejores condiciones en ámbitos como educación y salud.

No obstante, estos planes ambiciosos también plantean preguntas cruciales. ¿Será suficiente esta inversión para reducir el déficit fiscal y generar un crecimiento sostenible? La clave radicará en la capacidad del gobierno para ejecutar los proyectos con eficiencia y transparencia, asegurando que los recursos asignados realmente generen el impacto esperado.

El optimismo que rodea a estas perspectivas para 2025 debe equilibrarse con un análisis crítico y un compromiso colectivo. La participación del sector privado, la sociedad civil y los actores internacionales será fundamental para transformar estas proyecciones en una realidad que beneficie a todos los bolivianos. En definitiva, el futuro económico del país dependerá de la coherencia y determinación con que se implementen estas iniciativas, y de la capacidad de adaptarse a los desafíos globales y locales que puedan surgir en el camino.

La industrialización como solución estructural

La industrialización es el camino correcto para resolver los problemas económicos de Bolivia, a pesar de no ser el más fácil ni rápido. Este modelo económico busca generar empleo, actividad económica y reducir la dependencia de las importaciones. Además, se espera que la incorporación al Mercosur dinamice la economía, brindando acceso a mercados clave y facilitando proyectos conjuntos en sectores como la energía y el transporte.

Uno de los ejemplos más recientes de este avance es la inauguración de la Planta de Transformación de Subproductos de Soya en San Julián, Santa Cruz. Además, Bolivia ya cuenta con su primera planta de producción de biodiésel en Santa Cruz, y se prevé que una segunda planta en El Alto entre en funcionamiento en 2025. Estas iniciativas no solo reducirán la importación de carburantes, sino que también contribuirán a aliviar el déficit fiscal.

Otro proyecto destacado es el Complejo Siderúrgico del Mutún, ubicado en Puerto Suárez, que producirá barras de acero y permitirá un ahorro significativo de divisas al sustituir importaciones. A esto se suma la inauguración de plantas industriales en sectores clave, como bioinsumos, procesadoras de cereales y productos cárnicos, así como la explotación de minerales tecnológicos como el niobio.